Elaboración de textos para performance «Desangrar», de la artista Macarena Alvarez

//Elaboración de textos para performance «Desangrar», de la artista Macarena Alvarez

Performer: Macarena Álvarez

Idea original: Macarena Álvarez

Textos: Carla Redlich

Amanece el 19 de octubre de 2019 y todo arde.

El día anterior, caminé cuadras y cuadras buscando subirme a cualquier tipo de transporte para llegar a mi casa. La escena era caótica en todas las calles del centro, y el aire espesaba con olor a lacrimógena y sudor. Pese al calor, al cansancio, a la tensión, cientos de sujetos fracturados por un sistema inhumano, conscientes del permanente abuso de los dueños del poder, dispusieron sus cuerpos en el espacio público para manifestar aquello que el habla ya no lograba expresar. Entrada la noche, las almas hicieron coro, sumando cantos, cacerolazos y arengas a lo que signaríamos como “estallido”. Se inauguraba en las conversaciones un “antes de/despues de”. El abismo se abría para todxs. También para mí.

La histórica mano castigadora no se hizo esperar. Infringir dolor, quebrar los cuerpos, acallar las voces ha sido/es/será su misión. ¿Lo habíamos olvidado? ¿Debía sorprendernos? Bienaventurados los sin memoria pues ellos ocuparán las calles sin temor a los tanques ni al toque de queda. Bienaventurados los que aun sabiendo, creen en la misericordia del poderoso. Bienaventurados quienes pensamos “hasta que valga la pena vivir”. Hasta que valga la pena vivir, aunque en eso perdamos la vida.

“La peor crisis de derechos humanos desde la dictadura”, señala el informe de Amnistía Internacional.

2.500 denuncias por violaciones a los derechos humanos.

37 muertos

352 personas con daño ocular.

Cientos de almas quebradas que no aparecen en ningún reporte.

Un presidente que se lava las manos en sangre.

Mi miedo se hace carne y grita. Necesito poner el cuerpo y el gesto, quiero resistir y llorar a los muertos, a esos que me habitan y a los que seguramente vendrán.

Aguanto la respiración, me sumerjo, me desangro. Y más que nunca, vivo.

HIPOSFAGMA[1]

Nos chuparon la sangre.

Hicieron un vino de honor y brindaron con ella.

Por años. Demasiados.

Molieron las vísceras.

Llenaron tinajas y se bañaron en ellas.

A sangre fría, tiraron los perros y limpiaron sus armas.

La historia está tan quieta que junta polvo, dice el filósofo[2]. La sangre de los muertos aun está caliente, pensamos nosotros.

Hiposfagma doloroso, derrame a la fuerza.

El día del horror protestaba fuera de casa con mi padre. De pronto, una turba de policías nos acorraló y comenzó a golpearlo. Les dije que pararan, que mi padre es diabético, que sus 66 años, que, por favor, que lo matarían. De respuesta, dos culatazos y arriba del furgón. La sangre salía a borbotones de la nariz de mi viejo.

 Miré a mi alrededor. El color rojo lo teñía todo. Le dije al paco que parara de pegarnos.

¡A ver si te gusta por el culo! me respondió.

Pacos, los meo con regla, pensé.

El diccionario de la RAE dice:

Sangre:

  1. Tranquilidad de ánimo y dominio de sí mismo que permite no dejarse llevar por la emoción y no perder los nervios en una situación que mueve a alguna emoción. «en el accidente logró salvar a todos gracias a su sangre fría; ha sabido resistir con tenacidad y sangre fría los asaltos y embates del enemigo más poderoso»
  2. Capacidad para cometer un acto cruel de forma premeditada, calculada y sin perturbarse. “el asesino cometió el crimen a sangre fría»
  3. Coloquial: mala sangre. Carácter malo, cruel y vengativo de una persona.

La sangre de mi pueblo: todas las anteriores.

Patria fundada con el sacrificio de la sangre/ Sangre mapuche/y la de mi abuela, y la de mi madre/ Sangre del pueblo esparcida en el Mapocho/en la Venda Sexy/en Estación Baquedano. Sangre de mi sangre que se escapa por los ojos/ cuerpo ensangrentado que corre por la Alameda/ Sangre que corre por mis piernas en el parto/Sangre que ofrezco para regar la mancha de este país vuelto herida.


[1] Derrame ocular. Desbordamiento de sangre en la porción anterior del ojo o debajo de la subjuntiva. 

[2] Frase de Walter Benjamin.

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